Cae una catedral: La vida después del amor
- Alma Holovatuck
- 3 sept
- 6 Min. de lectura
por Alma Holovatuck

“Y en algún momento pasarás al olvido. La ternura, la pasión, la revolución se presentarán en otras personas”.
Un puto da a luz en escena: pare un bebé desde sus entrañas, mientras su cuerpo transpirado tiembla, declara que quiere dejar algo en el mundo, un gesto, un deseo profundo de que las cosas cambien, de que todavía sea posible imaginar un mundo diferente, aunque todo a su alrededor parezca derrumbarse.
Dos ex amantes (Federico Lehmann y Matías Milanese), se reencuentran después de varios años. La juventud compartida, el recuerdo de sus cuerpos, el deseo diluído y las ganas de volver a sentir lo que ya no existe se presentan ante ellos. Uno atraviesa una situación extrema: su cuerpo desaparecerá en siete días. Cae una catedral se convierte en una forma de atravesar una despedida, una reconciliación en un contexto de crisis absoluta, atravesando la memoria del cuerpo y el deseo, haciéndonos testigos de lo que significa amar y perder.
“Yo estaba pensando en el amor. Y cuando pienso en el amor, pienso en él.”
Entre una catarata de palabras y sudor, los cuerpos se desconocen y se reconocen al mismo tiempo. A veces, los diálogos parecen soliloquios compartidos, conversaciones que ocurren entre la presencia y la soledad, entre el amor que imaginaron y el que se desvanece en sus manos.
¿Cómo no sentir que el mundo se derrumba cuando el amor desaparece? ¿Qué queda de la ternura cuando la vida exige resistencia? Frente a la fragilidad de perder, la obra de Los Pipis busca entender qué es lo que vale la pena sostener, defender cuando ya no queda nada. Incluso cuando el cuerpo se desmorona. El amor, la ternura, pueden convertirse en una religión, una forma de vida, la catedral puede ser una casa, la casa se puede caer. “Siempre que cae una catedral, queda un pequeño altar”: un espacio para el duelo y para la memoria.
La ternura es vital, pero a veces no es suficiente. El estar cerca de un otro es una sensación delicada, frágil, y que a veces solo podemos sostenerla por un instante, antes de que se nos escape.
“Veo en tus ojos una mirada que es un poco la mía.”
Cae una catedral se pregunta hasta dónde puede llegar un cuerpo, de la potencia del mismo. Cuando el otro es ya un extraño, cuando no se puede más, hay una intimidad compartida que resiste, aunque el mundo se derrumbe, aunque el amor cambie de forma o desaparezca. Y quizás, en ese pequeño altar que queda, reside la fuerza de seguir creando, de seguir amando, de seguir imaginando que las cosas aún pueden ser mejores.
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“Cae una catedral” es la primera obra que hacen completamente solos, ¿Cómo fue ese proceso?
Matías: Una amiga me dijo que esta obra para ella es una reconciliación en todo sentido. Y yo siento que es un poco así, hasta en la forma de crear juntos. Porque el proceso fue pelearse, amigarse, reírse.
Federico: A veces es más difícil armar una obra de a dos que una obra de a cinco. Para mí el proceso fue bastante destructivo, en el buen sentido. Había una decisión romper con lo que ya veníamos haciendo, de probar otra cosa, otra energía. Hay cosas que no rompimos, como el texto, por ejemplo. Hay mucho texto de nuevo. Pero sí hay muchas decisiones en ir en contra de lo que ya se había construido.
Matías: Estábamos trabajando en un momento muy particular y dijimos “hay que poner todo esto que nos está pasando también”. Esta obra habla un poco de la paternidad, de no ver a alguien con quien te elegiste por mucho tiempo, habla de volver a verlo. Del cuerpo. Habla de empezar a perder partes de vos y empezar a no encontrarte con vos y con el otro, de ser un extraño.
En sus obras exploran mucho el límite entre la propia vida y el teatro, de poner su historia en escena… ¿Por qué creen que es importante crear desde la propia memoria, incluso la memoria física?
Matías: Para mí lo cercano es lo potente y no tenemos que alejarnos. La realidad de hoy es mucho más potente que cualquier ficción que podamos ver, creo. Y me parece que también es una militancia. Y lo digo siempre, cuando yo le conté a mi vieja: “che, voy a hacer una obra en la que aparezcas vos, que tenés un kiosco y cuidaste a tu papá enfermo”. Ella me dijo, ¿y a quién le va a importar? Y esa es mi búsqueda, que a la gente le importe. Pero, por otro lado, también creo que hay un lugar en el que somos muy obsesivos, está bien, hablamos de nosotros, pero esto no puede ser masturbatorio. ¿Cómo hablar de lo propio y que el otro se sienta interpelado, que se movilice? Esa es mi búsqueda.
¿Y cuál es el punto de partida entonces, para la creación?
Matías: Yo parto desde lo que a mí me está interesando ahora. Por ahí, hace cinco años no hacía una obra así, en la que cargara un bebé en los brazos y lo llenara de verdad. Es que hay una pequeña distancia, una ficción de la propia realidad, que lo ponemos un poco en otro personaje, ¿no? Siento a veces que la ficción, por lo menos en el contexto que estamos creando, no termina de alcanzar, no sé de qué forma, pero termina siendo como paliativa o incluso más efímera que el teatro.
Federico: Creo que nuestras obras merecen un gesto de verdad, de no desentendernos de lo que nos está pasando: no estábamos pudiendo crear en conjunto. Me parece que es consecuente hasta estéticamente, porque todas nuestras obras están en un escenario caótico, de destrucción. Y hay algo que va más allá de nuestro propio vínculo, me gusta pensar en dónde se despega. ¿Cómo construir una escena? ¿Qué puedo actuar? Como si redefinir la tarea teatral sea primero ver dónde está parado uno y de ahí darse los permisos para actuar. Yo encaré la obra pensando: ¿Qué habilita un contexto de crisis?
Matías: Me parece que ahí está lo interesante. ¿Voy a dejar un hijo? ¿Voy a traer a alguien más a este mundo? ¿Voy a construir algo? Creo que son preguntas que también habilitan los 30 años, que es entrar en otra etapa, otra década, otros miedos.

¿Qué representa el hijo en la obra?
Matías: La confianza en que, a pesar de que todo esté mal, todavía existe algo que vale la pena. Yo quiero traer un hijo porque creo que la vida es buena a pesar de todo. Creo que son puntos de vista; hay un punto de vista más optimista: voy a traer a alguien que va a ser diferente, lo va a cambiar y alguien que empieza a… que el mundo puede más que él. La enfermedad que a Fede le agarra en la obra, lo que está pasando es que va perdiendo cosas, se va desintegrando... Es la forma de pararse frente a la misma cosa. Como uno genera vida y otro se consume. Y creo que el hijo viene también a ser el tercero, con el que salimos un poco de nosotros.
Una última pregunta, ¿Por qué sienten que es importante hacer “Cae una catedral” en este momento?
Federico: Es un riesgo y una apuesta, el hecho de construir una escena de crisis. Cómo se construye desde ahí, qué se produce desde ahí, pensándolo por fuera de la obra también, cómo se hace. Es difícil, pero ya en hacerlo creo que hay un gesto o un valor para mí.
Matías: La búsqueda que me gusta que tengo en el teatro es como realmente crear con el cuerpo y crear desde lo cercano, y que eso sea puntapié para todos. Y yo creo que es la obra en la que logramos que ese discurso sea real. En esta obra no tenemos más que el texto, nuestros cuerpos y tres pavadas, y a la vez siento que logra conmover a las personas que la ven. Realmente creo y confío en un teatro que se puede hacer con nada, porque confío en la potencia que tiene el cuerpo. Sí, porque creo que tenemos que volver también a darle el valor al teatro de no facilitarle todo a las personas que vienen a verlo. Porque es uno de los últimos bastiones de imaginación que tenemos, y el teléfono es justamente todo lo contrario: es eso que nos va a quitar la imaginación. El teatro sigue estando ahí, no podemos permitirnos que el teatro se convierta en pantallas y dramaturgias breves. Siento que Cae una catedral es más caótica pero dialoga más con el contexto, y yo creo que es la más personal.
FICHA TÉCNICA:
Texto: Federico Lehmann, Matias Milanese
Actúan: Federico Lehmann, Matias Milanese
Producción: Fundación Proa, Lospipis Teatro
Dirección: Federico Lehmann, Matias Milanese
por Alma Holovatuck (@almaholovatuck)
Alma Holovatuck es actriz, cineasta y escritora. Es egresada de la carrera de dirección de cine en la ENERC y actualmente se encuentra cursando la Maestría en Teatro y Artes Performáticas en la UNA. Actuó en “Las Jóvenes Promesas” (2023) en el Cultural San Martín y actualmente se encuentra ensayando "Este mundo peligroso", a estrenarse en octubre en Área 623. Dirigió diversos cortometrajes entre los que se encuentran “Máscaras y corsets” (2022), "Solo por esta noche" (2023) y “La reina rebelde” (2025).
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