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Muerde: La hombría de ser un bicho diferente

  • Foto del escritor: Alma Holovatuck
    Alma Holovatuck
  • 26 may
  • 3 Min. de lectura

por Alma Holovatuck


¿Cuánto tiempo pasó? Ah, eso yo no sé.


René (Luciano Cáceres) recibe al público sentado en una silla. Toma una bebida caliente y la sostiene entre las manos. Está manchado de rojo; especialmente sus palmas parecen cubiertas de sangre. Emite sonidos. Observa. Un rectángulo lleno de aserrín lo separa del mundo. Una lámpara baja, una mesa de madera, algunos tornillos. Está encerrado en el mismo taller donde ayudaba a su padre a construir ataúdes.  


Desde que comienza a hablar, comprendemos que no será un relato lineal. René nos guía por su memoria quebrada, entre escenas y pensamientos que se le escapan. Es un bicho diferente en ese pequeño pueblo: tiene un retraso madurativo. Y eso basta para que su entorno lo hostigue, maltrate y excluya. 


Francisco Lumerman construye, desde la dirección y la dramaturgia, un universo mental desordenado y profundamente humano. Su escritura no busca explicar ni justificar, sino dejar que el personaje hable desde su herida. Las palabras, cuando se repiten, se vuelven golpes que nos van sumergiendo cada vez más profundo en sus difusos recuerdos.


Muerde es el relato en primera persona de un cuerpo marginado, cuyo universo interior no encuentra eco en el afuera. ¿Qué es real y qué es una proyección de su mente alterada? Lo que René es -o en lo que se convierte- parece ser el reflejo deformado de lo que su entorno decidió ver en él.


El pueblo entero se vuelve un murmullo de fondo, una presencia invasiva que determina, al igual que su padre, lo que debe ser un hombre: alguien que no llora, que reacciona con violencia, que no siente. Esa hombría impuesta se transforma en prisión. 


La puesta es tan precisa como inquietante. Los objetos no solo construyen espacio: cargan sentido, contienen al personaje y lo oprimen en la austeridad. La iluminación, en particular, subraya lo ominoso: revela más de lo que oculta. La escena acompaña el mundo interno del personaje sin subrayarlo, con una tensión constante entre lo doméstico y lo aterrador.


"Rosa tenía pensamientos demasiado buenos para vivir acá. No hay nada de Rosa que yo pueda olvidar."



Cuando todos se van, cuando ya no hay nadie que lo mire con ternura, René empieza a mutar: la voz se vuelve más áspera, los gestos más contenidos. Ya no se defiende: ataca.


Desde la ternura a la violencia, Luciano Cáceres ofrece una actuación conmovedora y contenida. En su cuerpo, en su voz, en sus pausas, en sus gestos, en sus risas, compone a un hombre roto que apenas logra mantenerse en pie. Es un trabajo físico y emocional enorme, donde lo más brutal es lo más humano.


Muerde es una crítica a los mandatos que construyen cuerpos duros y callados. Una obra que nos obliga a mirar lo que muchas veces preferimos negar: cómo el mandato de la hombría puede destruir a una persona y cómo el miedo a lo diferente aún caracteriza a nuestra sociedad.


La obra se presenta los domingos a las 17 h en Timbre 4.



FICHA TÉCNICA:

Actúan:

Luciano Cáceres

Escenografía:

Agustín Garbelloto

Diseño de luces:

Ricardo Sica

Diseño De Sonido:

Agustín Lumerman

Filmación:

Iván Amato

Fotografía:

Eduardo Pinto

Comunicación Digital:

Isidoro Sorkin

Diseño gráfico:

Choice Noise

Prensa:

Carolina Alfonso

Asistencia de dirección:

Emiliano Lamoglie

Dirección & Dramaturgia:

Francisco Lumerman


por Alma Holovatuck (@almaholovatuck)


Alma Holovatuck es actriz, cineasta y escritora. Es egresada de la carrera de dirección de cine en la ENERC y actualmente se encuentra cursando la Maestría en Teatro y Artes Performáticas en la UNA. Actuó en “Las Jóvenes Promesas” (2023) en el Cultural San Martín y actualmente se encuentra ensayando "Este mundo peligroso", a estrenarse en octubre en Área 623. Dirigió diversos cortometrajes entre los que se encuentran “Máscaras y corsets” (2022), "Solo por esta noche" (2023) y “La reina rebelde” (2025).

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