El puente de Gorostiza según Gorlero
- Paula Santarsieri
- Apr 21
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por Paula Santarsieri
Este sábado 19 de abril la temperatura descendió por la noche en la ciudad de Buenos Aires; sin embargo, dentro de Andamio 90, teatro independiente fundado en 1990 por la multipremiada actriz y directora Alejandra Boero, el frío no se sintió para nada. Un público atento y cálido llenó la sala en la que tuvo lugar la representación de El puente, el clásico de Carlos Gorostiza, adaptado por el dramaturgo, director y periodista Pablo Gorlero.

La obra comienza con propuestas inquietantes: en primer lugar, observamos a un hombre que yace inerte, boca abajo, en medio del escenario, otros personajes aparecen en la escena, pero ninguno se aproxima a él; en segundo lugar, dos personajes coreográficamente intentan trepar por escaleras de mano dispuestas en los extremos de la escenografía. Sus movimientos, acompañados por la intensidad de la música y por el humo que enrarece la escena, dan cuenta de lo difícil que les resulta ascender. Por momentos, logran subir, pero luego vuelven a caer y los esfuerzos parecieran tornarse vanos. Esas escaleras se resignificarán al escuchar las palabras del padre de Elena –Juan Trzenko–; quien utiliza la escalera como metáfora de los escalones de la sociedad: algunos ascenderán, otros bajarán; pero la mayoría permanecerá en sus peldaños deseando un ascenso que les resulta esquivo o temiendo una caída estrepitosa.
El fin de la coreografía da lugar a la entrada de Pato –Mauricio Méndez– quien pelota en mano y acalorado llega a la vereda en la que se encontrará con sus amigos del barrio para coordinar el partido de fútbol de esa tarde. Poco a poco, va llegando la barra y vamos conociendo los pormenores que pueden afectar la concreción de ese picadito: el calor agobiante, el cansancio de los que salieron a bailar la noche anterior, la poca plata disponible para la cancha, la preocupación de Tilo –Elian Halpern– luego de hablar con Angélica –Agustina D’angelo–, su novia, y, por último, pero central para la construcción del relato, la ausencia de Andresito, quien trabaja como peón en la construcción de un puente y no ha regresado a su casa.
A medida que vamos adentrándonos en lo que los personajes en primer plano nos proponen, advertimos que otros se mueven y gesticulan en un segundo plano. No sabemos lo que allí ocurre, pero suponemos que también algún conflicto se está suscitando. De pronto, algunos personajes se desplazan entre los dos planos y evidenciamos que el segundo presenta el interior de la vivienda en cuya vereda están los amigos.
Gorlero marca a través de la profundidad de fondo la diferencia entre el adentro y el afuera; entre la casa de la familia más adinerada del barrio y la vereda, la calle, el punto de encuentro de los jóvenes que habitan en los peldaños más bajos de la escala social. Resulta interesante cómo lo que está ocurriendo en silencio en ese segundo plano pasa, gracias a un desplazamiento coreográfico y a un juego sonoro y lumínico, al primero en el que el misterio se revela: logramos conocer qué es lo que allí se estaba desarrollando. Al mismo tiempo, vemos cómo el contexto del afuera se traslada a ese lugar secundario y, a lo largo de los 90 minutos de la función, esos planos van rotando.
Tanto en el interior como en el exterior se plantea un misterio que preocupa a sus personajes. En la vivienda adinerada, Elena –Florencia Cubelo– espera a Luis, su marido y patrón de Andresito. En la calle, los chicos de la barra se preguntan por su amigo, mientras que la madre –Mariel Rueda– y Angélica, su hermana, indagan por todos lados si alguien lo vio o sabe dónde puede estar. En ambos planos, la angustia se acrecienta por la ausencia de luz y de telefonía móvil para contactarlos. Se evidencia cómo el puente es el elemento que conecta las dos clases sociales: ricos y pobres trabajan allí. Luis, el ingeniero y docente, recibe las palmas por su obra titánica, mientras que Andresito obtiene al final de cada quincena un pago que ayuda a su familia con lo urgente. El puente se erige de esta forma como el elemento que permite a Luis continuar en su peldaño, sostener su posición de reconocimiento y comodidad, y a Andresito no bajar otro escalón y pensar en la promesa de futuros trabajos e ingresos.

Gorostiza escribió El puente en 1948 y la dirigió y estrenó en 1949, año en el que curiosamente nuestra constitución fue reformada e incorporó los derechos de los trabajadores. Derechos que de alguna manera intentaron, entre otras cosas, lograr el ascenso de la clase trabajadora, pero que aún hoy se evidencian como insuficientes para saldar las profundas desigualdades sociales. Gorlero adapta el léxico de los personajes y sus consumos culturales a la actualidad e incluso contempla en uno de los personajes, Pichín –Micaela Neve– los avances en materia de identidad de género, pero no modifica la trama. Lo que Gorostiza planteó en su teatro realista hace más de setenta años continúa plenamente vigente. La crisis, término sobre el que reflexionan los personajes, no resulta, en mayor o menor medida, ajena a nadie. El padre de Elena, quien emplea la metáfora de la escalera, sabe de crisis y por su conocimiento y empatía actúa como el puente entre los dos planos, entre las dos clases sociales que aparecen en la obra. Él fue rico, pero perdió su fortuna. Cayó del peldaño en el que se encontraba, entiende a la gente que pasa necesidades, es amable con la madre de Andresito y con los amigos; cuestiona a su hija por su soberbia y egoísmo y por solo considerar su realidad privilegiada, es irónico con Tere –Ivana Averta–, la amiga de su hija, quien tampoco logra entender sus pensamientos en torno a la sociedad y a las diferencias. Él no pudo cambiar nada, pero conoce y entiende en qué escalón está parado y por qué. Es también un puente emocional porque es el portavoz de la tragedia y quien contempla el dolor de ambos estratos sociales.
Este sábado 19, como expresé en el inició, el frío no se sintió. La sala se tornó aún más cálida al colmarse de aplausos reiterados y de vivas que dieron un cierre al hecho teatral. La propuesta de este elenco, de este director y de su equipo permite reír, reflexionar, conmoverse e incluso llorar ante algunos parlamentos y actuaciones. Gorostiza buscaba que el público pueda reconocerse en los personajes y sus circunstancias y creo que esta adaptación respetó su búsqueda. Me fui pensando que, seguramente, Alejandra Boero, quien interpretó por primera vez a Elena, se sentiría satisfecha de esta versión de El puente en su propio teatro.

FICHA TÉCNICA:
Actúan: Ivana Averta, Joaquin Ceballos, Juan Cruz Cortés, Florencia Cubelo, Nico Cucaro, Agustina D'Angelo, Elian Halpern, Facundo Leyrado, Mauricio Mendez, Micaela Neve, Pablo Paillaman Pieretti, Lautaro Pérez Hilal, Mariel Rueda, Diego Semino, Juan Trzenko
por Paula Santarsieri (@paulasantarsieri)
María Paula Santarsieri nació en San Miguel, provincia de Buenos Aires. Se formó como profesora de Castellano, Literatura y Latín en el ISP Dr. Joaquín V. González. Se especializó en Literatura Infantil y Juvenil en la Universidad Nacional de San Martín y es diplomada en Estudios de Género por la Universidad Tecnológica Nacional. Actualmente, cursa la maestría en Estudios Literarios Latinoamericanos en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Se desempeña como docente en colegios secundarios y en la Universidad Nacional de General Sarmiento. Le gusta la escritura literaria y ensayística. Está terminando de escribir su primer poemario.
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