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Poesía entre criaturas

  • Foto del escritor: Male Saito
    Male Saito
  • 30 jun
  • 5 Min. de lectura

Curaduría poética por Male Saito



{ Le pedimos a Male Saito que seleccione algunos poemas relacionados al tema de la revista #02 CRIATURA }


Estas son las que elegimos:




Hace un millón de años


Cuando inventaron el fuego

hace un millón de años

yo estuve allí

con los ojos crispados

deslumbrada, venían

desde lejos

amontonados en el gentío

infinidad de ojos que llegaban también para mirar

el gran acontecimiento

el modo en que los fenómenos del Cielo

cayeron imprevistamente en esta tierra

y se manifestaron

los espectros de la luz,

llevados al extremo de ser

mucho más que sí mismos

encandilando, encandilando.

En el estallido de esos ojos

me vi, vi el sucesivo ir y venir de mi cuerpo

por el lodo y por la luz

con la angurria del tiempo atravesada en mis células

vi el brillo rojizo reflejado en quienes miraban

vi el aire estremecerse alrededor

y pude pensar en todos

y en cada uno de los nacimientos:

el de los cuerpos

el de las cosas

el del hambre. El fuego

con su voz distinta

comenzó a hablarme, me dijo:

Criaturas salvajes van a venir a devorarte.

Así ocurrió. He sido devorada.

Desde entonces vivo en el sinuoso estómago del hambre.


Irma Verolín, Buenos Aires (1953)



nadie te conoce


no saben cómo 

dispones la risa, moderas el hambre 

controlas el celo 

la voracidad de la carne 

no saben dónde 

clavarías la lanza 

si eres quien da o quien bebe 

del veneno 

lo inesperado es un mundo de ciegos 

mirando el mar esta habitación, la ropa sucia 

tu dolor de espalda 

que rujas como un niño maldito 

no sugieren nada 

sobre el corazón más tierno 

sobre el bonsai más soleado 

se esparce el musgo 

florece la catástrofe


Laura García del Castaño, Córdoba (1979) 



serie de persevera


2

Desde esta silla

ya no sé por quién vengo

desde esta camilla fría

sentirá este bombear este latir

el piso helado

mi rodilla en cambio envuelta

en su cálida palma

deseo se me impriman sus huellas dactilares


3

Una cánula fina, la más fina

ella recuerda a la perfección

los pliegues de mi cuerpo

me visita y revisita

minuciosa

insiste en su tarea

de insertar vida en mi


Cam Beszkin, Buenos Aires (1987)



Plegaria del regreso


Volvió desde su muerte

mi madre

joven

perfecta

como era entonces. Ocurrió ayer.

Yo estaba sentada

con los codos apoyados

sobre mi rústica mesa

la mirada perdida

mientras mis dedos deshacían

miguitas de pan. Laxa la miga

se ablandó entre mis dedos

hasta que por fin

dejé despanzurrado y pura costra

el básico alimento de Dios. Entonces

apareció ella.

Al verla

amé más que nunca

su cuerpo de madre

generoso

hecho de luz y torbellinos.

Si nos hubiésemos parado frente a un espejo

ella bien podría haber sido mi hija

o yo misma

treinta años atrás. El amor

entre nosotras

se ha mantenido

intacto

como intacta es su carne

para siempre

desde que tengo recuerdos.

Abastéceme madre

con tu mirada

dame de comer

de beber

haceme dormir en la suavidad de tus palabras.

Buscame mil veces porque sigo perdida

arrópame

amamántame, madre, con el relato de un cuento

brillante en su final feliz.

Mi hambre ha crecido hasta lo indecible

y en su desmesura

se ha tragado mi vida entera,

esta,

la única vida que tengo

la que me diste

el mejor regalo que alguien puede recibir

y ha sido desperdiciada en el tiempo de esperarte.

Aun así

estoy en el centro de los acontecimientos, madre,

respiro en la esfera hueca de mi vida

con la dificultad de los recién nacidos

ahora

que regresaste.

La distancia inventada

por ese lugar al que te fuiste

fomentó mi hambre

con su maravillosa crueldad.

Te miro y no puedo creerlo

mis ojos mienten

dice la memoria de mis ojos

y se repite en un rezo interminable

que se pliega en mis células

para llegar hasta el principio

donde muy juntas

quedamos atrapadas

las dos

en el embrión de tu muerte.

El aire permanece alborotado

después de tu visita

cuesta respirarlo:

ya no deseo más que adormecerme

en el eco de tu nombre.


Irma Verolín, Buenos Aires (1953)



Lamento


Escuchen, niños:

vuestro padre ha muerto.

De sus sacos raídos

les haré chaqueticas;

les haré pantaloncitos

de sus viejos pantalones.

Habrá en sus bolsillos

cosas que solía poner allí,

llaves y centavos

cubiertos de tabaco;

Dan tendrá los centavos

para ahorrar en su alcancía;

Anne tendrá las llaves

para hacer un bello sonido.

La vida debe continuar,

y la muerte ser olvidada;

la vida debe continuar,

aunque los hombres buenos mueran;

Anne, come tu desayuno;

Dan, toma tu medicina;

la vida debe continuar;

aunque olvidé por qué.


Edna St. Vincent Millay, Maine, USA (1892)



Mi familia no tiene médico


ni sacerdote ni visitas

y todos se tienden en la playa

saludables bajo el sol del verano.

Algunas yerbas nos curan los males del estómago

y la religión sólo entra con las campanas alborotando los

canarios.

Aquí todos se han muerto con una modestia conmovedora,

mi padre, por ejemplo, el lamentable Prometeo

silenciosamente picado por el cáncer más bravo que las

águilas.

Ahora nosotros

ninguno doctor o notable

en el corazón de modestas tribus,

la tribu de los relojeros

la más triste de los empleados públicos

la de los taxistas

la de los dueños de fonda

de vez en cuando nos ponemos trágicos y nos preguntamos

por la muerte.

Pero hoy estamos aquí escuchando el murmullo de la mar

que es el morir.

Y este murmullo nos reconcilia con el otro murmullo del río

por cuya ribera anduvimos matando sapos sin misericordia,

reventándolos con un palo sobre las piedras del río tan

metafórico

que da risa.

Y nadie había en la ribera contemplando nuestras vidas hace

años

sino solamente nosotros

los que ahora descansamos colorados bajo el verano

como esperando el vuelo del garrote

sobre nuestra barriga

sobre nuestra cabeza

nada notable

nada notable.


José Watanabe, Laredo, Perú (1945)



La vida plena


A algunos les han quitado las ganas de hablar,

pasan mudos por el amor, aman perros vagabundos

y tienen una piel tan sensible

que nuestros pequeños saludos cotidianos

pueden producirles heridas casi de muerte.

Nosotros, seres amables e inofensivos,

miramos los gatos enfermos, las mujeres con collares

que pasan por la calle

y sentimos un desamor agradable,

casi suficiente.


Juana Bignozzi, Buenos Aires (1937)



por Male Saito  (@malesaito)


Malena Saito escribe poesía, ejerce el periodismo cultural y estudió dramaturgia y dirección teatral en la EMAD. Actualmente colabora con Ficcialidad y Página12. En el pasado escribió también para La Tinta y sostuvo el newsletter semanal Camafeo, donde contaba historias de distintas poetas argentinas. Durante muchos años fue parte de varios programas de radio, destacándose La Guerra Suave, programa del que era locutora y productora, que buscaba difundir la literatura de las provincias en CABA. También fue productora de Leer es un Placer y fundadora de Trilce Radio. 

Fue librera en distintas librerías de la ciudad. Fundó Luz Artificial, librería secreta. Produjo contenidos para festivales nacionales e internacionales como el Poesía Ya!. Actualmente brinda talleres de escritura y se pierde en la noche porteña. 


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