Ay, Buenos Aires — 1: Olla popular en Espacio Simona
- Male Saito
- 26 may
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 28 may
¿Hay cultura en Colegiales o solo bares deconstruidos?
por Male Saito
Creo que hay cosas maravillosas sucediendo en Buenos Aires. Pero un día me perdí. Las dejé de ver. El malestar tapó todo. Se me borraron los mapas. Ya no sabía a dónde ir.
Ay, Buenos Aires, ¿hay?. La ciudad está más rota que nunca, hay olor a pis, la basura se acumula y acumula. Todos los miércoles revientan jubilados en el Congreso. La gente viviendo en la calle se triplica. La policía ahora también le pega a los periodistas.
El clima es muy hostil, no se puede respirar. Nos ahogamos en las deudas. No hay un mango, hay mucha angustia. Y eso nos paraliza. Nos encierra en nuestra casa con nuestros miedos.
En esta columna me propongo salvarme de la depresión y encontrar aquello que hace maravillosa a esta ciudad. Su gente y su cultura. Lejos de los bares de moda donde el café se sirve tibio como la pasión. Los centros culturales, perseguidos durante el macrismo y golpeados por la pandemia, resisten. Iré buscando esas miguitas de pan.
Nadie defiende una ciudad de la que no está enamorado. Cuando nos encerramos en la tristeza, la pasividad o el enojo, no hay recomposición social, lucha ni justicia posible.
Volvámonos a enamorar de Buenos Aires, a salir de casa, a apoyar con nuestra presencia y economía esos lugares donde los lazos importan, donde no somos un número ni un ticket. Aunque la ciudad esté deshilachada, hay personas que la cosen todos los días con hilos invisibles. Quiero conocerlas.
Espacio Simona. Primera parada.

Tras la pandemia, Espacio Simona se transformó en una cooperativa de trabajadores. Hartos de no cobrar sus sueldos, decidieron organizarse y gestionar ellos el espacio. “Simona es una mezcla esquizofrénica y rara donde convergen artistas, gente de la cultura, personas con ganas de hacer cosas y aportar al proyecto nacional y popular. Es un centro neurálgico de encuentro: hay muestras, tocan bandas, hacemos una olla popular, de repente hay títeres, una fiesta de reggaetón o un cumpleaños de 15 barato y lindo”, explica Emanuel Yuliano, referente del espacio. Él destaca la horizontalidad del proyecto, donde el dinero, aunque necesario para pagar el alquiler y vivir, no es el motor principal. Lo que los mueve es el compañerismo, la solidaridad y las ganas de que la gente la pase bien.
La agenda cultural es tan variada que una ve saliendo del espacio desde sesentonas hasta veinteañeros. Gente que le gusta ir a bailar y salir de joda, gente que la gusta discutir sobre política, gente que ama los recitales y gente que disfruta de la poesía o el teatro.
“Berlín no tiene nada que envidiarnos”, acota Emanuel mientras atiende en la barra y recuerda que el jueves pasado hubo un show de títeres para adultos hecho por estudiantes de la UNSAM que fue de un altísimo nivel.
En Simona, la cerveza se sirve en vasos con mensajes peronistas, invitando al debate. Mucha gente se indigna, otros se quedan charlando. También hay un hermoso altar a Evita en la barra.
La cocina está a cargo de Charro Negro, cocinero y artista, argentino-mexicano, que antes cocinaba en el Pacha, mítico espacio cultural de los 2000s. Se puede comer pizza, empanadas, tacos y nachos. “Vengan a probar si la salsa pica”, dice suspicaz mientras reparte comandas a los gritos.
El jueves me quedé hasta tarde hablando de política con los que andaban por ahí. A esa hora donde la mayoría se va y los pocos que quedamos acercamos nuestras sillas como en los viejos cafetines con ganas de pensar cómo arreglar el país. Me fui a las cuatro de la mañana con la invitación para volver el sábado a la olla popular.
La olla popular
El sábado, al llegar a Simona, el aire estaba cargado de camaradería. Todos comentaban con orgullo que Joaco Burgos, un pianista y cantante habitual del espacio, al que algunos comparan con Charly García, había compartido escenario con Fito Páez la noche anterior. Me puse a pelar papas mientras charlaba con los compañeros.


La olla lleva por nombre “Recibe dando” y es una iniciativa de unos treinta vecinos autoconvocados de Chacarita y Colegiales. Se cocinaba antes en la casa de una compañera, que empezó a tener problemas para pagar las cuentas de luz y gas. Seba Palacios, músico, productor y habitué, sugirió hacerla en Simona. Desde hace un año, los sábados a las seis, las hornallas se encienden.
Después de cortar y poner a cocinar todo. Salgo a fumar un cigarrillo con dos de las mujeres del grupo. María y Mercedes, madre e hija. Les pregunto por qué hacen esto y me responden que porque son peronistas. María cuenta que el otro día escuchó un video de Pepe Mujica diciendo que él había querido cambiar el mundo y que no había logrado un carajo, pero que estaba contento porque no había vivido solo para consumir. “Y yo pensé que eso es lo que me pasa. Lo más importante en la vida es quién uno es, no lo que uno tiene. Y los lazos que somos capaces de tender a otros. Fontanarrosa decía que lo único que quería para su hijo era que los amigos lo recibieran contentos y yo quiero que mi hijo aprenda la alegría que te produce ayudar a alguien”.
María trajo a su madre hoy por primera vez a cocinar en la olla. Mercedes tiene 62 años y fue despedida hace un mes y medio de su trabajo como acompañante de adultos mayores, aunque le pagaban como empleada doméstica. “Estoy aburrida en casa, no consigo trabajo y me estoy comiendo la indemnización. María me dijo que viniera, que hacer algo me iba a hacer sentir útil”, cuenta. Madre de seis hijos, modista de toda la vida, siempre trabajó en negro, sin aportes para jubilarse. En la casa donde trabajaba antes tenían prendido todo el día TN. “Eran gente de mucha plata aplaudiendo la masacre a los jubilados. Me descomponía”, dice. Ahora busca empleo, de lo que sea, y está explorando proyectos con una estampadora, haciendo un curso con la ayuda de María. Mercedes ofrece sus servicios como cuidadora de adultos mayores, niñera, ama de casa o administrativa. La pueden contactar al 1122565104. Le propuse dar un taller de costura en Simona y que nos enseñe a arreglarnos las calzas, los pulóveres y las medias. La idea le entusiasmó. ¿Lo hacemos?
María me siguió contando que a la olla llegan desde personas en situación de calle hasta jubilados que apenas pueden pagar sus piezas y no llegan a comprar comida. La cantidad de personas del año pasado a este se triplicó. “Hay un excombatiente de Malvinas, el otro día nos estuvo contando lo feo que fue que el presidente no los recibiera y hasta un profesor de ajedrez que, sin un peso, enseña a los chicos en el parque”, agrega.
Volvemos a entrar para preparar el mate cocido. Nos encontramos con un compañero iraní que, con poco castellano y muchas ganas, se pone a condimentar la olla y darle su toque. Hace una semana vio luz y entró a ayudar. Los chicos dicen que le van a decir Pablo, porque su nombre es muy difícil de mencionar. Lo bautizan con un mate. Él se divierte con la idea. La pequeña comunidad humea de vida como el guiso que está casi listo.“En esta crisis, lo peor es quedarse solo. Si yo me quedo en casa, me empiezo a comer la cabeza y me deprimo. Hay que salir, buscar ayuda y ayudar a otros”, me dice Mercedes cuando se despide.
Mientras esperan el auto para trasladar lo que se cocinó, dos chicos juegan al metegol en la vereda. La contentura está en el aire frío de mayo. Pienso que hoy por ahí me quedaba en mi casa viendo una serie y me alegro de haber salido de la cueva, aunque estuviera cansada.
Simona es un faro en un barrio a veces insoportablemente cool como Colegiales. Un lugar donde nadie da igual ni sobra. Alguien dice en los comentarios de google: Un oasis compañero en la ciudad zombie. Coincidimos.

Parece que hay. Hay Buenos Aires, todavía.
A través del alias “Olla.Simona” recaudan fondos para comprar comida y verduras. También reciben donaciones de alimentos no perecederos. Actualmente cuentan con donaciones de la Granja “Tres niñas” del barrio que les da todas las semanas alitas de pollo.
Simona queda en Av. Álvarez Thomas 666 y la agenda se puede consultar a través de sus redes sociales: @espaciosimona
por Male Saito (@malesaito)
Malena Saito escribe poesía, ejerce el periodismo cultural y estudió dramaturgia y dirección teatral en la EMAD. Actualmente colabora con Ficcialidad y Página12. En el pasado escribió también para La Tinta y sostuvo el newsletter semanal Camafeo, donde contaba historias de distintas poetas argentinas. Durante muchos años fue parte de varios programas de radio, destacándose La Guerra Suave, programa del que era locutora y productora, que buscaba difundir la literatura de las provincias en CABA. También fue productora de Leer es un Placer y fundadora de Trilce Radio.
Fue librera en distintas librerías de la ciudad. Fundó Luz Artificial, librería secreta. Produjo contenidos para festivales nacionales e internacionales como el Poesía Ya!. Actualmente brinda talleres de escritura y se pierde en la noche porteña.
.
Comments