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El horror bajo el shopping: un centro clandestino en los subsuelos de Galerías Pacífico

“Quisiera como reparación que se colocara una placa en las Galerías Pacífico que diga: acá hubo un centro clandestino de detención donde se hizo desaparecer y matar a personas. Porque nosotros, de vez en cuando, escuchábamos tiros. Y hasta donde pude saber, ahí había un polígono de tiro”. Artur Santana.




En 1976 Artur Santana, un fotógrafo portugués que había venido a Argentina a sus 13 años, sale de Casa Cuna de visitar a su hija que había nacido el 24 de marzo de ese año y le pegan una piña en la boca, le ponen una capucha y lo suben a un Falcon. Él se orienta en el camino. Van derecho por Montes de oca-Yrigoyen-Carlos Pellegrini, doblan a la derecha dan unas vueltitas y se frenan. Del centro no se habían alejado. En el viaje le sacan los zapatos y los tiran por la ventana. Cuando bajan entran a un edificio, él descalzo sentía los pisos que atravesaba. Lo hacen bajar o subir unas escaleras, se tropieza, se da la cara contra un escalón. Para levantarlo o agarrarlo lo toman de la capucha que se le sale, y él ve sangre y un piso. El piso que iba a ser única referencia durante años para saber dónde es que estaba y dónde es que había estado. Lo bajan a un subsuelo, él recuerda olores terribles. En ese lugar había un español, un italiano, un cordobés. Escribían todos con las uñas en las paredes, sus nombres y palabras para combatir y dejar escrito.

Después de cuatro o cinco días lo trasladan a Campo de Mayo y ahí sigue su tortura. Lo liberan un día que le dicen que se vuelva a Portugal porque sino ‘es boleta’. Se va.

Vuelve a Argentina unos diez años después. Trabaja como operador de VTR, el encargado de grabar en cintas lo que la cámara registraba. Lo convocan al rodaje de Ciudad de pobres corazones, un videotape dirigido por Fernando Spiner donde cinematográficamente hilan todas las canciones del disco de Fito Páez, contando una historia. Fito actúa. Hay cuatro locaciones: Paladium Discoteque, Galerías Pacífico, Segba, Pasaje Tres Sargentos.

Cuando estaban rodando en Galerías Pacífico, Artur le prestó atención al suelo y se empezó a sentir muy mal y no entendía por qué. Se descomponía. Se sentó, se puso las manos en la cabeza y automáticamente volvió a 1976 al momento en que lo secuestraron.

El mosaico del suelo. El piso que iba a ser única referencia durante años para saber dónde es que estaba y dónde es que había estado. Se aleja del rodaje y empieza a bajar las escaleras. En el segundo subsuelo del edificio estaban las celdas, las paredes, todo intacto.

Hasta 1989 el dueño del edificio era Ferrocarriles Argentinos, desde 1973 operaba la Superintendencia de la Policía Ferroviaria y Coordinación Federal. En 1888 se proyecta y se construye, en 1894 se inaugura, al comienzo funcionaron negocios de compras y hasta el Museo Nacional de Bellas Artes en sus primeros años. Desde 1908 el edificio había sido comprado por el Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, y bautizado de una vez y para siempre como “Galerías Pacífico”. Se supone que desde el ‘73 varios sectores del edificio eran prestados a las fuerzas policiales para disponer del espacio para hacer cualquier cosa. Para secuestrar, torturar, y matar personas también.

En 1989 lo declaran Monumento Histórico Nacional y lo ponen en venta a empresas privadas. En 1990 fue remodelado, y el 18 de mayo de 1992 se inaugura el shopping que mantiene el nombre de las Galerías hasta el día de hoy.

En el documental Segundo Subsuelo realizado por Oriana Castro y Nicolás Martínez Zemborain está detallada absolutamente esta historia, en vínculo con Pablo López Coda, un arquitecto investigador de arqueología urbana que antes de la remodelación para ser shopping registra absolutamente todo lo que había en el edificio (incluso encuentran objetos de la época de su construcción 1888-1894, hasta semillas de mandarina). Pablo López Coda también había fotografiado los mosaicos que vio Santana.

Hoy entrar a ese edificio es muy raro. Es un lugar con una energía pesada, grande, esbelta, de cúpulas preciosas, pero denso.

La única señal, hasta desconcertante en el medio de tanta cosa insulsa alrededor, es este cuadro de Carlos Alonso que se llama Con los pies en la tierra.



¿Qué fuerte, no?


Hacia el final del documental Santana pide una sola cosa, que es el mismo deseo que abre este texto:

Que se sepa, que se conozca, “que la gente sepa que abajo de ese lugar donde están todos comiendo, comprando, en el paraíso del hiper-consumismo no hubo un infierno alguna vez, HAY un infierno hoy en día”.

Los azulejos que vio Santana:



Segundo Subsuelo documental realizado

por Oriana Castro y Nicolás Martínez Zemborain



Ciudad de pobres corazones, de Fernando Spiner:



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