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Mi corazón no es de piedra ni de madera: "Dura lo que dura" y otras cumbias...

  • Foto del escritor: Paula Santarsieri
    Paula Santarsieri
  • hace 5 días
  • 5 Min. de lectura

por Paula Santarsieri



Es sábado a la noche y, después de un largo viaje, me bajo en la estación Pasteur del subte B. Salgo a Corrientes y encaro hacia Tole Tole, una sala teatral que queda a pasos de Viamonte. 

Hay poca gente en la calle, son las veinte pasadas. Camino tranquila  porque voy con tiempo extra. En el trayecto, pienso en el nombre del teatro y en la expresión coloquial que lo contiene: “Se armó un tole tole”. La frase remite a un contexto de gritos, alboroto, caos, confusión. Asocio esas ideas —seguramente influenciada por el valor de celebración que tiene para mí el hecho teatral—  a algo alegre, a una algarabía jocosa. No reparo, sino hasta pasar por el edificio de la AMIA,  en que también esas acepciones pueden aplicarse a momentos desesperantes y de profundo dolor. Respiro hondo y sigo caminando. Siento frío, cierro unos segundos los ojos y avanzo. Al abrirlos, ya estoy ante la puerta del teatro. 


La fachada de Tole Tole, fundado en 2013, me reanima. Los animales coloridos dibujados en los vidrios y sus gestos actorales —uno de ellos es una suerte de Hamlet con calavera y todo— me invitan a entrar. Los detalles de la sala —mucha madera, luces cálidas, libros y objetos retro-—  sumados a las cumbias de la Delio Valdez y a la protección, desde sus imágenes-altares, de Federico García Lorca, Carlos Gardel y Yemanjá hacen de la espera un momento agradable. 


A las 21:00 h, Martín Marcou, santacruceño, dramaturgo y director de Mi corazón no es de piedra ni madera, da sala. En la oscuridad parcial, se escucha la bravura del viento del sur junto a los improperios de una voz masculina y se destaca con intensidad  el tono rosado de la escenografía, la cual recrea  el interior de una vivienda que exuda, hasta en la bombilla de un mate, feminidad. 

El que insulta es Luis Camacho (Facundo Tomás), un capataz de vialidad que llegó a la Patagonia, a causa de su trabajo, dejando atrás a su esposa, a su hija de diez años y a su Gerli natal.  En el sur, combate la lejanía en la casa de Gaby (Morena Ifrán), una mujer trans que lo convierte en su marido momentáneo e informal. Pese al machismo extremo y exasperante de él, el vínculo funciona. Gaby, astuta, deja pasar más de un grito y actitud reprochable. A lo sumo, hace algún comentario irónico o le dedica una buena puteada, pero no más que eso. Sabe que esa relación es pasajera; que Luis, al igual que otros, se irá; que “dura lo que dura”. Él no oculta, a sus amigos del Gran Buenos Aires, que “se coge a un puto”; pese a las bromas, no siente que esto lo haga menos macho. Gaby le gusta porque considera que las mujeres como ella “son agradecidas” y  “mansitas”. 

La relación se mantiene sin mayores quiebres hasta la llegada de Jairo (Cris Bernal Niño), un joven changarín colombiano que acude a Luis para pedirle trabajo. “Don Luis”, como lo llama Jairo, se burla de la amabilidad del muchacho, cuestiona su gusto por la poesía y su poco interés por el fútbol. En la charla que da inicio a la obra, ambos aparecen como modelos distintos de masculinidad. El foráneo  no oculta su vulnerabilidad y se corre de todos los lugares comunes a los que recurre Luis constantemente para reafirmar su virilidad. Gaby encuentra en “Colombia”, como lo apoda el capataz, la posibilidad de explorar otro tipo de amor y eso  la seduce.



Gracias a Gaby, Camacho le da trabajo a Jairo y acepta que el joven se hospede con ellos. A partir de allí, el juego de seducción entre la dueña de casa y el colombiano se acrecienta y alcanza su máxima tensión la noche de la fiesta del pueblo en la que Luis regresa ebrio y los increpa. La pelea se disipa con la partida de Jairo. En ese momento, el living casi devenido en ring se convierte en una pista de lentos en la que Gaby y “su marido” giran entre luces y sombras mientras Ángela Carrasco suena de fondo con “Si tú eres mi hombre y yo tu mujer”. La escena culmina con el llanto de Camacho y el enojo de Gaby al escuchar que él partirá a Pehuajó. Otro se va, pero otro llegará. Así son las cosas en ese pueblo en el que el tiempo pasa de forma distinta, demasiado lento, y en el que pocos/as echan raíces. 

Así como suena la Carrasco, también se escucha a la gran Lía Crucet quien pone en palabras, a través de su tema “El picaflor”, lo que podría ser el sentir de Gaby ante la ausencia de Luis: “Yo fui amor de un momento/ una aventura nomás”. Sin embargo, pese al desengaño que expresa la letra, el ritmo de la cumbia aleja toda tristeza. Gaby no llora, sonríe mientras se dispone a limpiar su casa no sólo del polvo/humo, que en el sur lo cubre todo, sino también de todo rastro de Luis. La canción parece marcar el cierre de una etapa y la preparación del nido-casa para un nuevo cobijo. En ese momento de purificación, vuelve Jairo, para despedirse, y se revela a sí mismo -error mediante- como otro picaflor. Un nombre de mujer dicho en la despedida advierte a Gaby que esas alas de poeta novelero (fan de Yo soy Betty, la fea, Pedro el escamoso y la histórica Café con aroma de mujer, entre otras producciones) han frecuentado más flores.  

Jairo se va y Gaby queda en escena evidenciando que el reconocimiento de su propia ingenuidad, sumado a cierta decepción, ha reemplazado la tristeza por la partida. Gaby no llora. Sonríe nuevamente. Es fuerte y al igual que Loqui —su perro perra— se encariña con algunos y sufre cuando se van, pero siempre vuelve a levantarse. Sonríe porque esto, en parte, ya lo vivió y, por lo tanto, reconoce el carácter cíclico de las historias de sus amores. Suena de fondo “Ni de piedra ni madera”, la canción de cumbia santafesina de Los cartageneros que como la de Lía invitan a bailar. La letra nos lleva de nuevo al desamor, pero no hay demora en el dolor “y por eso (mi corazón) te cambió / por otro corazón que siente como él.”  El corazón de Gaby no es manso —retomando el adjetivo dicho por Luis— se adecua a la forma y al momento: “… no es de piedra ni madera/ sabe querer y olvidar a su manera” y esa forma de querer, pienso, es la que le permite seguir en pie cuando todos se han ido y acecha la soledad.

La obra se presenta los sábados a las 20hs en Espacio Tole Tole.



FICHA TÉCNICA:


PARTICIPACIONES

Duración: 70 minutosClasificaciones: Teatro, Presencial, Adultos


por Paula Santarsieri (@paulasantarsieri)


María Paula Santarsieri nació en San Miguel, provincia de Buenos Aires.  Se formó como profesora de Castellano, Literatura y Latín en el ISP Dr. Joaquín V. González. Se especializó en Literatura Infantil y Juvenil en la Universidad Nacional de San Martín y es diplomada en Estudios de Género por la Universidad Tecnológica Nacional. Actualmente, cursa la maestría en Estudios Literarios Latinoamericanos en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Se desempeña como docente en colegios secundarios y en la Universidad Nacional de General Sarmiento. Le gusta la escritura literaria y ensayística. Está terminando de escribir su primer poemario.


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