Okāsan: Siempre juntos, siempre solos
- Manu Harriague
- 6 may
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Actualizado: 8 may
por Manu Harriague
Atravesando la desorientación inicial, luego de un viaje de 36 horas entre destino y destino, se presenta ante nosotros una escritora que comparte el relato de la primera vez que visitó Japón, el lejano país donde se mudó su único hijo, Matías.

Ese viaje tan esperado supondría una experiencia transcendental: transformaría la forma en la que se ve a sí misma y a la relación con su hijo adulto. Atestiguamos en escena ese momento de transición entre los restos de una relación construida a la distancia, cargada de silencios y códigos perdidos, sabiendo que, para preservar un lazo querido debemos reinventarlo en el cambio.
¿Somos capaces de sostener algo como el amor a través del tiempo y el espacio?
Okāsan: diario de una madre en viaje, dirigida por Paula Herrera Nóbile y protagonizada por Carola Reyna, es una adaptación en formato unipersonal del libro autobiográfico de Mori Ponsowy.
En el pasaje de un lenguaje artístico a otro se ponen en juego distintas variables, entre ellas la voz en primera persona, que la actriz debe interpretar manteniendo un registro sensorial, descriptivo y literario. Por eso es clave la presencia de Reyna, quien enmudece la sala apenas aparece. Con una voz suave y cercana, nos conduce a través de una geografía desconocida, con costumbres y hábitos totalmente distintos. Nos cuenta de su paso por los saunas y del movimiento ceremonial de las mujeres desnudas; del silencio de los trenes, de los tres sistemas de escritura que se pelean por su atención en las calles iluminadas, y de los templos rodeados de muertos. Algo de este contacto conserva el espíritu de la crónica de viaje, que no sólo supone un proceso de escritura en sí mismo, sino la traducción a partir de una mirada extrañada de un mundo nuevo.

Al presentar el vínculo madre-hijo pueden aparecer ciertos lugares comunes pero también experiencias propias y ajenas sobre lo familiar y la maternidad. Se une allí lo único y personal con lo común compartido. Ese nudo en la palabra MADRE, que muchas veces es nuestra primera palabra, nos hace creer que hablamos de algo estable, inquebrantable, eterno, como si pudiéramos resistir al paso del tiempo. Sin embargo, acá la vemos renacer con el título de Okāsan.
¿De qué está hecha la maternidad sino de pequeñas despedidas?
Desde la distancia mínima extrema del embarazo, el parto y el vértigo de la separación. ¿Cómo pensarse ahora, cuando por mucho tiempo se pensaron en binomio, cuando siempre estuvieron solos y juntos? Y en definitiva, ¿cómo se cuenta ese cúmulo de experiencias en una ficción?
En ese sentido, la obra sigue el presente de la acción y los acontecimientos de forma dinámica, pero también se permite algunos momentos de detenimiento y experimentación lúdica que invitan a indagar en la interioridad de la protagonista. Se nutre de lo que la rodea, en cada objeto encuentra la manera de seguir encarnando recuerdos que hicieron cuerpo y hábito, por ejemplo, cuando arrulla en sus brazos una campera abultada o arma barquitos de papel para la hora del baño. Recrea todo aquello que ha caducado, vestigios de una familiaridad vedada. El viaje deviene, entonces, en un intento por acercar una distancia insalvable. Sin embargo, algo de esa tensión se atenúa gracias a la llamada de su madre ya anciana, quien convertida en hija de su hija debido a problemas de la edad, le pregunta: ¿Estás comiendo bien? En esa simple frase se revela un renovado sentido del afecto, de un universo del cuidado que las refleja y las abraza en una trama generacional que se expande.

En el detalle de cada uno de sus gestos se encuentra belleza. En sus manos sostiene con delicadeza un paquete de papel blanco, que rápidamente suelta al aire liberando en el escenario pétalos rojos que adornan cada uno de sus pasos. De aquellos sucesivos puntos de remanso y cambios de ritmo se construye una constelación en que la voz reflexiva, insegura, nostálgica y un poco torturada de la protagonista también se permite encontrar el asombro y la risa cómplice en los espectadores.
Llegamos al final por la tangente: Con todo lo que no te pude decir haré una carta, sin remitente, sin destinatario. La ataré en la punta del extremo oriente de una rama de cerezo rojo, para que nunca la encuentres, para que nunca me reproches el extravío.
FICHA TÉCNICA
Adaptación: Sandra Duran, Paula Herrera Nóbile, Carola Reyna
Actúan: Carola Reyna
Músicos: Gingo Ono
Vestuario: Ana Markarian
Escenografía: Cecilia Zuvialde
Iluminación: Matías Sendón
Peinados: Karina Camporino
Maquillaje: Karina Camporino
Animación: Clara Hernandez
Audiovisuales: Ivana Kairiyama
Fotografía: Nora Lezano
Diseño gráfico: Paola Ledesma
Asistencia de vestuario: Julia Seras Rodríguez
Asistencia de dirección: Denise Yañez
Utilería: Cecilia Zuvialde
Prensa: Carolina Alfonso
Producción ejecutiva: Luciana Becerra
Producción general: Sandra Duran, Carola Reyna
Dirección: Paula Herrera Nóbile
por Manu Harriague (@manu.harriague)
Entusiasta espectadora desde el teatro de títeres de su infancia, ahora persigue esa misma emoción en cada espectáculo. Tras un breve paso por la Licenciatura en Letras, fue virando por distintos talleres de escritura, donde experimentó con dramaturgia, narrativa y poesía. En cada espacio descubrió una manera distinta de atravesar el mundo, trazando un dispositivo mutable de creatividad. Más adelante, encontró en la curaduría una confluencia transdisciplinar de esos intereses y preguntas. Actualmente, está finalizando la Licenciatura en Curaduría en la Universidad Nacional de las Artes.