Sombras, por supuesto: No podés atravesar este mundo sin ser conmovido por él
- Manu Harriague
- 2 jun
- 4 Min. de lectura
por Manu Harriague
En el centro vacío del escenario cuadrado, cargado de público por las cuatro bandas, se delinea una coreografía desde los márgenes del secreto. Los actores se mueven de esquina a esquina, ensayando distancias, conteniendo el abrazo que extraña la forma del ser amado. En palabras de Ingrid, el personaje de Pilar Gamboa, parece encontrarse la clave de la obra. Parafraseo: acá lo único que hay es una ausencia.

Arrojados en medio del drama, vamos descubriendo de a poco el conflicto que enfrenta a los policías Abel (Esteban Bigliardi) y Cristina (Susana Pampín) con la familia ensamblada de Gamboa y Lamothe. Se efectúa una pesquisa sin explicación en la casa de la pareja, espejando el trabajo del espectador, que debe descifrar el sentido de las pistas que se dejan caer al pasar. Hasta que finalmente admiten que están buscando a su hijo Bruno, aparentemente envuelto en un delito y ahora desaparecido.
Los diálogos se apoyan en giros y vicios coloquiales. Se juega al pase rápido entre la declaración de principios y la ironía punzante, que carga de densidad la escena y encuentra su gracia en el desparpajo y la repetición cómica. Cada actor tiene un modo particular de trabajar la lengua y una manera de moverse desde la técnica, que traza las personalidades y sentires de su personaje. Ahí brilla con toda su excentricidad el Abel de Bigliardi, que con sus capacidades explota los recursos físicos.
Creo que algo de eso se puede encontrar en otras producciones de Romina Paula, dramaturga y directora de la puesta. En sus novelas, ensayos y artículos, se nutre de los modismos propios de la conversación, expresiones y gestos cotidianos que en la ficción logran un efecto extrañado, como si tanta realidad fuera inverosímil. Verborrágica, graciosa y triste, explora las manifestaciones de la pérdida, entendida como una experiencia que se vuelca sobre las cosas. En esa expansión sobre la vida, la pérdida se percibe como una etapa más del vínculo. En sus historias, todo lo que queda de una persona son sus cosas y las palabras para nombrarlas. Entonces sobreviene la pregunta: ¿qué hacer con todo lo que queda? Así aparece la figura del viaje como accionar necesario para restituir el objeto al (verdadero) lugar de descanso. En Sombras, por su puesto, ese viaje no será geográfico, sino esotérico.

Leo las huellas de forma metódica, pero persiste la sensación de que hay algo que se me escapa, que no logro captar del todo. Y después vuelvo obsesivamente al momento en que Abel intenta quedarse con el sombrero de bebé de Bruno. Un gesto muy al principio de la obra que más adelante descubre su complejidad. Es el primero que huye, que no logra sostener la atmósfera intimista en la que nos sumergimos. Se resiste a caer en el testimonio.
Este personaje que se pensaba como antagonista, aunque no tradicional, muestra sus fracturas.
Las luces rojas y azules que iluminaban el escenario confluyeron en un violeta suave y profundo, indicando que estamos entrando en otro reino…
En Otra cosa es permanecer, la escritora observa una recurrencia temática en los talleres de escritura que imparte.
“Y sobre todo cuando escriben, una película, un libro, comienza a aparecer este diálogo con los que ya no están en el plano físico, como si entrara en una dimensión mediúmnica sin nada de trance ni fantasía, tan solo de convocar. Algo se desplaza y todo eso empieza a aparecer”.
Más adelante, presentará al teatro como espacio privilegiado para la invocación, a partir de la posibilidad de transitar el duelo como integración. En la obra, esta cualidad se corporiza en todo su sentido en Cristina, la oficial médium que trata de localizar a Bruno y comunicarse con él. A partir de ahí, se signa el quiebre narrativo. Se multiplican las referencias espaciotemporales, de por sí confusas: la canción de Divididos que cantan juntos vestidos como si salieran de los ‘70, mientras los VHS, la máquina de escribir, y todos los objetos acumulados a un costado se disponen a obsolescer. La obra se vuelve a fracturar posibilitando nuevas hipótesis. Los espacios liminales y los contactos improbables la desvían del argumento policial. Porque, en realidad, nos querían hablar de otra cosa.
A riesgo de atiborrar de citas un texto tan corto, traigo un fragmento que escribió Tamara Tenenbaum sobre otro libro de la autora, Archivos de word:
“No toda la literatura es de historias, pero la de Romina sí lo es. Son historias de gente que sueña despierta, encerradas en una vida ajena que se habita con cierto automatismo y con mucho control, hasta que algo pasa, y entonces es como si el sueño se filtrara, como si todo esa vida interior que se aguantaba contenida se derramara por debajo de las puertas y lo inundara todo y se convirtiera en la vida de afuera, en la única vida posible”.
A través de cada apuesta de dirección se construye un artefacto desde el procedimiento para examinar y diseccionar esa vulnerabilidad hasta que se derrame. Cualquier camino que elijan, a pesar de sus intentos por liberarse, esconderlo o respetar los devenires de su propia historia, no pueden desligarse del dolor. Sombras, por supuesto, nos presenta maneras de sortear el duelo. Los sobrevivientes deberán cargar con la ausencia para reconciliarse de una vez con sus fantasmas.
FICHA TÉCNICA
Texto: Romina Paula
Actúan: Esteban Bigliardi, Pilar Gamboa, Esteban Lamothe, Susana Pampín
Espacio escénico: Sebastián Arpesella, Romina Paula
Ingeniería De Sonido: Guido Gravano
Luces: Sebastián Arpesella, Romina Paula
Música original: Germán Cohen
Fotografía: Sebastián Arpesella
Asistencia general: Lucia Villanueva
Dirección: Romina Paula
por Manu Harriague (@manu.harriague)
Entusiasta espectadora desde el teatro de títeres de su infancia, ahora persigue esa misma emoción en cada espectáculo. Tras un breve paso por la Licenciatura en Letras, fue virando por distintos talleres de escritura, donde experimentó con dramaturgia, narrativa y poesía. En cada espacio descubrió una manera distinta de atravesar el mundo, trazando un dispositivo mutable de creatividad. Más adelante, encontró en la curaduría una confluencia transdisciplinar de esos intereses y preguntas. Actualmente, está finalizando la Licenciatura en Curaduría en la Universidad Nacional de las Artes.
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